martes, 2 de agosto de 2011

LARGOS AÑOS DE SILENCIO

Muchos católicos españoles se hacen repetidamente la misma pregunta ¿Cómo es posible que hayan transcurrido setenta y cinco años y permanezca sin ser reconocido por su glorificación, el martirio de tantísimos mártires, sacerdotes, consagrados y laicos comprometidos, muertos por causa de su fe y por dar testimonio de ella.?
Los mártires y las circunstancias de su muerte fueron conocidos por el pueblo cristiano que sobrevivió a la contienda desde el primer momento, pero el silencio envolvió su causa…
He aquí la respuesta a aquella pregunta que dio hace ya años el que era entonces Arzobispo de Pamplona, Monseñor Fernando Sebastián Aguilar en el prólogo al libro “Esta es nuestra sangre” de Gabriel Campo.
“Silencio, discernimiento y purificación”.
. Y continuaba : “La Iglesia ha necesitado tiempo para asimilar el perdón que ellos ofrecieron a sus verdugos. Hemos necesitado tiempo para distinguir causas de causas, para separar la causa religiosa de las causas sociales y políticas, para distinguir con claridad los conflictos de naturaleza diferente que se trenzaron en una sola tormenta arrasadora. En los decenios del setenta y ochenta el silencio de la Iglesia española y universal, ha sido un silencio de purificación y de respeto. Ha sido también una contribución a la imprescindible reconciliación, objetivo primario, en lo político y en lo religioso, para los españoles. Pero ese silencio no era desamor ni olvido. Por eso mismo no podía ser indefinido. Llegó la hora de la normalización en la sociedad española. Y también en nuestra Iglesia. Normalización quiere decir que ya es posible y conveniente reaccionar, decía entonces, ante los acontecimientos de aquellos años con entera claridad y libertad llamando a las cosas por su nombre, reconociendo las crueldades y los heroísmos de aquellas horas terribles y sublimes. Sin olvidar a nadie, sin ocultar nada, sin culpar a personas ni instituciones actuales. Ya somos otros. Otra es la sociedad entera. Pero todos queremos sentirnos herederos de nuestros antepasados.
Y terminaba su prologo a la obra citada, “La Iglesia española tiene que conocer y amar a la Iglesia del 36, con sus luces y sus sombras. Podrán señalarse muchas deficiencias y más de alguna responsabilidad, por acción u omisión en lo que ocurrió. Pero no se `puede negar la grandeza de una Iglesia que en sus Obispos y sacerdotes, en sus religiosos, religiosas y seglares, dio tantos millares de mártires comparables con los mártires de los primeros siglos. La fortaleza espiritual de aquellos muchachos seminaristas, el testimonio admirable de aquellos Obispos y sacerdotes, la hondura cristiana de aquellos seglares y religiosos no nace de la nada”.
Hasta aquí las razones del Emérito Arzobispo para que se entienda el periodo de largos años de silencio.
Efectivamente a partir de la década de los noventa se intensificaron las Causa de Beatificación y la resolución positiva final que afectó a numerosos mártires, todos ellos resueltos después de la preceptiva y exigente investigación de cada caso.
Y aun se espera que se produzcan muchos más en los próximos años cuando vayan finalizándose las Causas abiertas que se encuentran en curso de su estudio.

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