viernes, 28 de noviembre de 2014

MÁRTIRES (4) El martirio (3)

( continuación de los artículos de Don Francisco del Campo Real)
 
Para la verificación de la prueba del martirio es necesario centrar la atención en los hechos concretos que presenta todo auténtico martirio. Se pueden reducir sus componentes a las siguientes:

1- Que hayan matado al perseguido (mediante fusilamiento, envenenamiento, eliminación con inyección letal etc.).
2.- Que el que inflige la muerte haya actuado por aversión a la fe
3.- Que el fiel haya aceptado voluntariamente la muerte por amor a la fe.
 
Los sufrimientos aportados por causa de la fe son ciertamente una fuente de mérito y constituyen testimonios convincentes (baste pensar en aquellos que, por la fe, han visto pisoteada la propia personalidad y aniquilada su capacidad psíquica).
Con todo, para que exista el martirio es imprescindible que se llegue a la muerte física. Se puede reconocer el martirio aunque la muerte no se produzca instantánea e inmediatamente sino después de cierto espacio de tiempo, como consecuencia de los sufrimientos soportados por la fe; por ejemplo, cuando un fiel, por motivos anticristianos, ha sido encarcelado o deportado a un campo de concentración y ha muerto durante la reclusión o bien después de algún tiempo de haber recobrado la libertad, como consecuencia de los padecimientos sufridos. En este caso se deberá demostrar el nexo de causalidad, es decir que los padecimientos sufridos en la cárcel o en el campo de concentración, la enfermedad contraída etc. han acarreado como consecuencia la muerte.
 
La persecución sobre el fiel hasta llegar a la muerte ha de tener su origen en la aversión a la fe, la negación de las verdades de la fe que hay que creer (por ejemplo, la fe en Dios, en la Trinidad, en Cristo), sino también la aversión el ejercicio de las virtudes que la fe reclama, es decir una vida coherente con la fe cristiana.

- Que el fiel haya aceptado voluntariamente la muerte por amor a la fe. No es necesario que se ofrezca explícitamente al mártir la posibilidad de salvar su vida si apostata de la fe; basta que sea consciente de que la práctica de una vida integralmente cristiana pueda llevar como consecuencia a la muerte. Téngase presente también que el intento de evitar el martirio (fuga, intento de esconderse), excepto cuando hay abandono culpable de la grey por parte del pastor, no constituye un obstáculo para reconocer el martirio; más todavía, todo fiel ha de procurar salvar la propia vida, y seria más bien reprobable el comportamiento contrario de quien desafía temerariamente y sin motivo suficiente a los perseguidores.

Al exponer las pruebas del martirio, es preciso que las den testigos oculares. Teniendo presente la clandestinidad con que se ha actuado al perseguir a tantos fieles, resultará difícil demostrar las disposiciones del presunto mártir hasta el momento de la muerte mediante testigos oculares u otros medios directos de prueba. Es necesario, sin embargo, recoger las pruebas aptas para obtener la certeza moral de que él estaba pronto a dar la propia vida por la fe y que perseveró hasta el fin en tales disposiciones. En no pocos casos, se deberán examinar atentamente los efectos de las torturas psicológicas sufridas por los fieles, puesto que la persecución tiende a veces a crear apóstatas en vez de mártires.

A la luz de estos principios y del llamamiento del Santo Padre, se deberán distinguir bien dos planos operativos.

- Conservar la memoria de estos testigos de la fe del siglo XX, y

- Su eventual promoción a la beatificación y canonización respetando las normas de la legislación canónica vigente, que regula el proceso para el reconocimiento jurídico del martirio:
 En este caso: Se deberán recoger las pruebas correspondientes a la fama de martirio, es decir que los sujetos del proceso gozan en la comunidad cristiana de la consideración de mártires, así como a la fama signorum, es decir que se atribuyen a su intercesión gracias y favores espirituales, aunque no necesariamente milagros que haya de reconocer como tales. El Obispo diocesano discernirá esto para iniciar la investigación canónica. Después, conforme a las normas establecidas en los documentos citados, se sigue a recoger las pruebas testimoniales y documentales, para demostrar la existencia del martirio.
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-Su eventual promoción a la beatificación y canonización se podrá llevar a cabo respetando las normas de la legislación canónica vigente, que regula el proceso para el reconocimiento jurídico del martirio: En este caso: Se deberán recoger las pruebas correspondientes a la fama de martirio, es decir que los fieles de quienes se trata gozan en la comunidad cristiana de la consideración de mártires, así como a la fama signorum, es decir que se atribuyen a su intercesión gracias y favores espirituales, aunque no necesariamente milagros que haya de reconocer como tales. El Obispo diocesano discernirá esto para iniciar la investigación canónica. Después, conforme a las normas establecidas en los documentos citados, se sigue a recoger las pruebas testimoniales y documentales, para demostrar la existencia del martirio.
 


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viernes, 21 de noviembre de 2014

MÁRTIRES (3) El martirio (2)

(Continuación de los escritos de D. Francisco del Campo Real)

Durante el Pontificado del Papa Benedicto XIV, se elaboraron un conjunto de principios que venían a precisar los que la Iglesia ha venido utilizando para la comprobación canónica del martirio y ha fundamentado en ellos su praxis y decisiones.

En el ámbito de la elaboración teológica se  evidencian dos elementos: el objetivo y el subjetivo.

El elemento objetivo comporta:
1.- que a la amenaza y acciones que pueden causar la muerte siga efectivamente la muerte; y además
2.- que inflijan la muerte una o más personas físicas que se proponen causar la muerte misma.

Constituyen el elemento subjetivo también dos circunstancias;
1.- que el perseguido acoja y sufra el suplicio mortal por amor a la fe con voluntad libre y manifiesta, no solo sin oponer resistencia, sino escogiendo las consecuencias incluso cruentas con suficiente libertad, y consciente de lo que afronta.
2.- que el perseguidor este motivado por razones anticristianas: aversión a Cristo o a la fe, o también a una de las virtudes cristianas.

Los sufrimientos letales y la muerte misma asumen el significado del elemento materia.
Y constituye el elemento formal la acción violenta del perseguidor y la muerte también violenta del perseguido. Así pues, la intención anticristiana del perseguidor se cruza con la consciente fidelidad del perseguido a Cristo y su disponibilidad a todas sus consecuencias que se puedan derivar, hasta la del sacrificio supremo.  

jueves, 13 de noviembre de 2014

MÁRTIRES (2) El martirio (I)


Esto escribió el Papa San Juan Pablo II en 1994 en la Carta Apostólica publicada con ocasión del Jubileo del año 2000.

En nuestro siglo han vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, casi milicia desconocida, de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia sus testimonios. Es preciso que las Iglesias locales hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio, recogiendo para ello la documentación necesaria. Esto ha de tener un sentido y una elocuencia ecuménica.

EI Papa proclama con más fuerza lo declarado por El ya en otras ocasiones, como en la Encíclica "Veritatis Splendor (n.90-94),donde subraya que “los mártires marcan el paso de la vida de la Iglesia”.

El Catecismo de la Iglesia Católica reafirma el martirio como "testimonio supremo dado por la virtud de la fe; el mártir es un testigo hasta con la muerte. Da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad" (n.2473).

El martirio, considerado en su aspecto teológico, no es fruto de una decisión del hombre, sino acción de la gracia, en el sentido de que no depende únicamente de la fuerza humana.

Es mártir el elegido llamado a dar la prueba suprema de su amor a Cristo.

Dios llama a todos al testimonio, pero reserva sólo a algunos para dar testimonio de El públicamente.

Así pues, la gracia no es sólo invitación, sino impregna la acción misma del testimonio.

Todo cristiano escogido para este acto supremo obedece enteramente a la acción del Espíritu Santo, sufre la prueba sin prestar atención a los padecimientos que laceran su cuerpo, pues vive ya en la dimensión divina: "Muchos de los nuestros - afirma Orígenes -, aun sabiendo que confesándose fieles cristianos habrían sido sacrificados...han desestimado la vida y han escogido voluntariamente la muerte por la vida".

jueves, 6 de noviembre de 2014

6 de Noviembre Memoria de los Mártires españoles el siglo XX


Don Julián Escobar, Vicario de la Parroquia de San Fernando de Madrid, ha escrito este comentario asociado a la conmemoración de la Iglesia el 6 de noviembre de los Mártires españoles del siglo XX

“ “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?“Yo no te persigo a tí, Yahvé, persigo a los cristianos estos que quieren hacerme creer que el Amor a Dios y al prójimo es la base del progreso, de la felicidad y la paz de toda la Humanidad”. Y Saulo quedó ciego ante la respuesta del judío Jesús, Resucitado de entre los muertos: “Ellos son Yo. Y Yo soy ellos”...”Y un cristiano, un perseguido tuyo, Ananías, te devolverá la vista y la gracia de ser cristiano, hasta que tu cabeza caiga por la espada”

Muchos cristianos pueden tener el sueño del martirio, pero ¿quién superará la flaqueza del Getsemaní previo? Pero cuando el sueño se convierte a la realidad, la humanidad se rinde a la gracia, el odio al perdón, el miedo a la seguridad eterna, el enemigo al hermano hijo de Dios.

Perpetuar el mensaje de los mártires. No lo buscaron, pero no lo rehusaron. Si hay que ser “trigo molido” por la rabia de corazones y mentes obscurecidas “con temblor y bastante miedo”, los mártires, como Jesús, su Señor en el Huerto de los Olivos, dicen :” “No se haga mi voluntad sino la tuya, Dios Padre Misericordioso”. Y como el mismo Jesús en sus últimos suspiros en la Cruz reclaman que no se les tenga en cuenta ese pecado.

Solo Dios y los mártires pueden legítimamente perdonar a sus propios verdugos. El Papa Francisco ha dicho “¡Quién soy yo para condenar a nadie?” ¿Quién somos nosotros para condenar si Cristo no condena? ¿Quién somos nosotros para perdonar si solo puede hacerlo Cristo?

Justificar los martirios por “circunstancia” es igualar a los mártires con sus verdugos. Solo los mártires, siguiendo el ejemplo de su Señor, Jesucristo, pueden decir “ Por los méritos de mi martirio le pido al Mártir de los Mártires, mi Señor Jesucristo que no te tenga en cuenta tu pecado, el que cometiste por arrancarme la vida que solo es propiedad de Dios”



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