miércoles, 29 de septiembre de 2010

El martirio, prueba de amor total

El Papa, Benedicto XVI, en la Audiencia general del miércoles 11 de agosto de 2010, pronunció la habitual catequesis, e hizo referencia al martirio, y de su discurso entresacamos las frases que nos parecen más significativas.
“¿En qué se funda el martirio? La respuesta es sencilla: en la muerte de Jesús. En su sacrificio supremo de amor consumado en la Cruz, a fin de que pudiéramos tener vida. Nos dice “El que no toma su cruz y me sigue-nos dice-no es digno de mi. El que encuentre su vida la perderá y el que pierda su vida por mí, la encontrará”
El mártir sigue al Señor, hasta las últimas consecuencias, aceptando libremente morir por la salvación del mundo, en una prueba suprema de fe y de amor.
Una vez más ¿De dónde nace la fuerza para afrontar el martirio? De la profunda e intima unión con Cristo, porque el martirio y la vocación al martirio no son el resultado de un esfuerzo humano, sino la respuesta a una llamada de Dios. Si leemos la vida de los mártires quedamos sorprendidos por la serenidad y la valentía a la hora de afrontar el sufrimiento y la muerte. Pero es importante subrayar que la gracia de Dios no suprime o sofoca la libertad de quien afronta el martirio, sino al contrario la enriquece y la exalta. El mártir es una persona sumamente libre respecto del poder, del mundo: una persona libre que en un único acto definitivo entrega toda su vida a Dios y en un acto supremo de fe, de esperanza y de caridad se abandona en las manos de su Creador, sacrifica su vida para ser asociado de modo total al sacrificio de Cristo en la cruz. En una palabra, el martirio es un gran acto de amor en respuesta al inmenso amor de Dios.”

miércoles, 22 de septiembre de 2010

"Sigueme"

El 21 de septiembre de cada año la Iglesia recuerda a San Mateo, Apóstol y Evangelista
“Vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo :”Sígueme”. Él se levantó y le siguió.” (Mateo, 9.9).
Muchos, muchísimos, han escuchado lo mismo, y le han seguido….y mucho más, ….hasta más allá de la vida…., hasta la muerte, para encontrarse con Él. ….. “Sígueme” dijo a cada uno de ellos. Y le siguieron.
Hoy recuerdo también a la madre de Ángel, a Doña María de los Ángeles Sánchez-Cano Fernández-Infante… y con ella a todas las madres de tantos mártires que se preguntarían, “por qué” y solo obtendrían una respuesta: por seguirle a Él. Después de aquella pregunta aceptarían la terrible prueba diciendo “Señor, hágase tu voluntad”…”Tú me lo diste….A ti vuelve”
María de los Ángeles enviudó cuando Ángel tenía doce años e iniciaba los estudios de su carrera sacerdotal en Ciudad Real. Viuda con cuatro hijos, Teresa de 17, Ángel, 12, Ramón 4 y Cándido 1.
María de los Ángeles, no cedió. Toda la familia, con ella al frente, se sacrificó para que Ángel siguiera estudiando y así fue, siendo consagrado sacerdote en 1933.
Un nuevo sacrificio. Ángel es destinado a Almadén y allí con él se traslada toda la familia. Finalmente se cumple el tiempo para Ángel: es fusilado en el día de San Mateo de 1936. Su cuerpo, junto con el de otros cuatro fusilados permanece en la cuneta de una carretera, cubiertos con una ligera capa de tierra, durante más de ¡¡ 40 meses!!
¿Podemos imaginar el dolor y el sufrimiento de aquella madre, que sabía que su hijo había sido fusilado y que no pudo ver ni mucho menos abrazar por última vez el cuerpo de su hijo?
Solo la fe en Cristo podía consolar aquel inmenso dolor. Doña María de los Ángeles seguramente encontró ese consuelo cuando murió el 28 de mayo de 1947.

lunes, 13 de septiembre de 2010

74 ANIVERSARIO

En la madrugada del lunes 21 de septiembre de 1936, Ángel Muñoz de Morales Sánchez Cano, sacerdote coadjutor de la Parroquia de Nuestra Señora de la Estrella de Almadén, fue conducido, junto con cuatro seglares, desde la Cárcel de Almadén al km 17 de la carretera de Almadén a Agudo, hoy N-502, y al llegar a ese punto los cinco fueron fusilados y sus cadáveres quedaron abandonados en el arcén de la carretera y allí permanecieron hasta el 14 de abril de 1939, en que recibieron sepultura en el Cementerio de Almadén. Los laicos que fueron muertos con Ángel eran Fernando Sánchez Grande y los hermanos Pedro, Gustavo y Nivardo Ruiz de Ayllón Moreno.
Ángel se encontraba en su domicilio donde vivía con su madre, viuda, y tres hermanos cuando el viernes 18 a primeras horas de la tarde se presentó un grupo que lo arrestó y de inmediato fue conducido a la cárcel de Almadén. Allí permaneció hasta la madrugada del 21 sin que se le formulara acusación alguna ni hubiera juicio de ningún tipo. La familia se enteró de su muerte cuando en las primeras horas de la mañana del lunes se presentaron en la cárcel para llevarle comida y ropa, como habían hecho los días anteriores después de su detención.
De todos estos hechos se cumplen ahora 74 años.
Ángel tenía 25 años con su afán apostólico intacto y un gran celo y entusiasmo por el ejercicio de su sagrado ministerio tal y como revelan los escritos de homilías y sermones recuperados a su muerte. Su fe y su adhesión irrenunciable a la doctrina de Cristo, le llevaron a aceptar la muerte perdonando a los que se la produjeron. Así lo proclamó el Obispo de la Diócesis de Ciudad Real cuando confirmó el carácter de Mártir de Ángel de forma que desde entonces puede recibir el título de Siervo de Dios.
Junto con otros mártires de la Diócesis se está llevando a cabo el proceso para su beatificación. Para culminar ese proceso hacen falta oraciones, ayudas de todo tipo y testimonios. Estos testimonios lo son tanto de hechos acaecidos durante su vida, como de favores o gracias recibidas por su intercesión.
A familiares, amigos, fieles, solicitamos ese apoyo, mediante esas acciones, para que consigamos entre todos la gracia de su beatificación.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Mártires de Daimiel

En el artículo anterior el Delegado del Obispado de Ciudad Real D. Francisco del Campo Real bajo el título de “Memoria Agradecida” se refería al martirio sufrido por el que fuera Obispo de Ciudad Real D. Narciso de Estenaga y Echevarría así como a los innumerables mártires que en aquellos infaustos meses se produjeron en la Diócesis. Nos parece justo rememorar aquí la biografía de los sacerdotes diocesanos mártires en Daimiel, por confesar su fe.

Inicia la serie D. Santiago García de Mateos y Chaparro, Párroco de Santa María la Mayor de Daimiel y Arcipreste. Esta es la síntesis de su biografía autorizada.

Santiago García de Mateos y Chaparro nace el 6 de febrero de 1869 en La Solana (Ciudad Real). Estudia en el Seminario de Ciudad Real con brillantes resultados académicos y es ordenado Presbítero de manos del Obispo Prior, doctor Josemaría Rancés Villanueva, el 14 de octubre de 1894, "extra tempora", en Ciudad Real.
Como estudiante y seminarista, primero; después, a penas terminados los estudios eclesiásticos, como profesor del seminario, y al final como sacerdote y Párroco, gozó del máximo prestigio en la diócesis y fue uno de los nueve párrocos consultores en la Curia Diocesana.
Desempeñó cargos parroquiales como Vicario de la Parroquia de San Pedro de Daimiel desde el 1900 en que llega a esta ciudad, hasta su muerte en 1936 siendo Cura Propio de Santa María por el Concurso de 1904. Declinó los honores de la Catedral y de las canonjías que el obispo Gandásegui le brindara.
Iniciada la guerra de julio del 1936, fue obligado a entregar las llaves del templo de Santa María y a pagar el sueldo de los que montaban guardia -"custodiarlo"- profanándolo, devastándolo y arrasándolo.
Personalmente fue objeto de incesantes vejaciones, insultos y despojos, hasta verse obligado a dejar la casa rectoral y es acogido en casa de don Joaquín Fisac, feligrés de la parroquia.
Citado reiteradas veces a declarar en la “checa de las Mínimas”, en la noche del 23 de agosto de 1936, habiendo sido encerrado a las doce del día, se dijo que fue arrastrado por un auto en veloz carrera a todo lo largo del camino del cementerio, espectáculo horroroso presenciado por el Coadjutor, don Francisco Rodríguez de Guzmán, martirizado el mismo día 23 de agosto, hecho que al parecer fue desmentido en los procesos posteriores a la guerra.
Sacerdote ejemplar, cura párroco y Arcipreste de Santa María, desde el momento de su muerte, así como los nueve compañeros ejemplares han sido considerados por el pueblo de Daimiel como mártires y la motivación de la muerte, sola y exclusivamente por la condición de sacerdotes, según el testimonio del Párroco, testigo de los acontecimientos de la guerra y consignado con detalle en el libro de Bautismo, fol. 29 vt y 30s.