viernes, 28 de noviembre de 2014

MÁRTIRES (4) El martirio (3)

( continuación de los artículos de Don Francisco del Campo Real)
 
Para la verificación de la prueba del martirio es necesario centrar la atención en los hechos concretos que presenta todo auténtico martirio. Se pueden reducir sus componentes a las siguientes:

1- Que hayan matado al perseguido (mediante fusilamiento, envenenamiento, eliminación con inyección letal etc.).
2.- Que el que inflige la muerte haya actuado por aversión a la fe
3.- Que el fiel haya aceptado voluntariamente la muerte por amor a la fe.
 
Los sufrimientos aportados por causa de la fe son ciertamente una fuente de mérito y constituyen testimonios convincentes (baste pensar en aquellos que, por la fe, han visto pisoteada la propia personalidad y aniquilada su capacidad psíquica).
Con todo, para que exista el martirio es imprescindible que se llegue a la muerte física. Se puede reconocer el martirio aunque la muerte no se produzca instantánea e inmediatamente sino después de cierto espacio de tiempo, como consecuencia de los sufrimientos soportados por la fe; por ejemplo, cuando un fiel, por motivos anticristianos, ha sido encarcelado o deportado a un campo de concentración y ha muerto durante la reclusión o bien después de algún tiempo de haber recobrado la libertad, como consecuencia de los padecimientos sufridos. En este caso se deberá demostrar el nexo de causalidad, es decir que los padecimientos sufridos en la cárcel o en el campo de concentración, la enfermedad contraída etc. han acarreado como consecuencia la muerte.
 
La persecución sobre el fiel hasta llegar a la muerte ha de tener su origen en la aversión a la fe, la negación de las verdades de la fe que hay que creer (por ejemplo, la fe en Dios, en la Trinidad, en Cristo), sino también la aversión el ejercicio de las virtudes que la fe reclama, es decir una vida coherente con la fe cristiana.

- Que el fiel haya aceptado voluntariamente la muerte por amor a la fe. No es necesario que se ofrezca explícitamente al mártir la posibilidad de salvar su vida si apostata de la fe; basta que sea consciente de que la práctica de una vida integralmente cristiana pueda llevar como consecuencia a la muerte. Téngase presente también que el intento de evitar el martirio (fuga, intento de esconderse), excepto cuando hay abandono culpable de la grey por parte del pastor, no constituye un obstáculo para reconocer el martirio; más todavía, todo fiel ha de procurar salvar la propia vida, y seria más bien reprobable el comportamiento contrario de quien desafía temerariamente y sin motivo suficiente a los perseguidores.

Al exponer las pruebas del martirio, es preciso que las den testigos oculares. Teniendo presente la clandestinidad con que se ha actuado al perseguir a tantos fieles, resultará difícil demostrar las disposiciones del presunto mártir hasta el momento de la muerte mediante testigos oculares u otros medios directos de prueba. Es necesario, sin embargo, recoger las pruebas aptas para obtener la certeza moral de que él estaba pronto a dar la propia vida por la fe y que perseveró hasta el fin en tales disposiciones. En no pocos casos, se deberán examinar atentamente los efectos de las torturas psicológicas sufridas por los fieles, puesto que la persecución tiende a veces a crear apóstatas en vez de mártires.

A la luz de estos principios y del llamamiento del Santo Padre, se deberán distinguir bien dos planos operativos.

- Conservar la memoria de estos testigos de la fe del siglo XX, y

- Su eventual promoción a la beatificación y canonización respetando las normas de la legislación canónica vigente, que regula el proceso para el reconocimiento jurídico del martirio:
 En este caso: Se deberán recoger las pruebas correspondientes a la fama de martirio, es decir que los sujetos del proceso gozan en la comunidad cristiana de la consideración de mártires, así como a la fama signorum, es decir que se atribuyen a su intercesión gracias y favores espirituales, aunque no necesariamente milagros que haya de reconocer como tales. El Obispo diocesano discernirá esto para iniciar la investigación canónica. Después, conforme a las normas establecidas en los documentos citados, se sigue a recoger las pruebas testimoniales y documentales, para demostrar la existencia del martirio.
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-Su eventual promoción a la beatificación y canonización se podrá llevar a cabo respetando las normas de la legislación canónica vigente, que regula el proceso para el reconocimiento jurídico del martirio: En este caso: Se deberán recoger las pruebas correspondientes a la fama de martirio, es decir que los fieles de quienes se trata gozan en la comunidad cristiana de la consideración de mártires, así como a la fama signorum, es decir que se atribuyen a su intercesión gracias y favores espirituales, aunque no necesariamente milagros que haya de reconocer como tales. El Obispo diocesano discernirá esto para iniciar la investigación canónica. Después, conforme a las normas establecidas en los documentos citados, se sigue a recoger las pruebas testimoniales y documentales, para demostrar la existencia del martirio.
 


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viernes, 21 de noviembre de 2014

MÁRTIRES (3) El martirio (2)

(Continuación de los escritos de D. Francisco del Campo Real)

Durante el Pontificado del Papa Benedicto XIV, se elaboraron un conjunto de principios que venían a precisar los que la Iglesia ha venido utilizando para la comprobación canónica del martirio y ha fundamentado en ellos su praxis y decisiones.

En el ámbito de la elaboración teológica se  evidencian dos elementos: el objetivo y el subjetivo.

El elemento objetivo comporta:
1.- que a la amenaza y acciones que pueden causar la muerte siga efectivamente la muerte; y además
2.- que inflijan la muerte una o más personas físicas que se proponen causar la muerte misma.

Constituyen el elemento subjetivo también dos circunstancias;
1.- que el perseguido acoja y sufra el suplicio mortal por amor a la fe con voluntad libre y manifiesta, no solo sin oponer resistencia, sino escogiendo las consecuencias incluso cruentas con suficiente libertad, y consciente de lo que afronta.
2.- que el perseguidor este motivado por razones anticristianas: aversión a Cristo o a la fe, o también a una de las virtudes cristianas.

Los sufrimientos letales y la muerte misma asumen el significado del elemento materia.
Y constituye el elemento formal la acción violenta del perseguidor y la muerte también violenta del perseguido. Así pues, la intención anticristiana del perseguidor se cruza con la consciente fidelidad del perseguido a Cristo y su disponibilidad a todas sus consecuencias que se puedan derivar, hasta la del sacrificio supremo.  

jueves, 13 de noviembre de 2014

MÁRTIRES (2) El martirio (I)


Esto escribió el Papa San Juan Pablo II en 1994 en la Carta Apostólica publicada con ocasión del Jubileo del año 2000.

En nuestro siglo han vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, casi milicia desconocida, de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia sus testimonios. Es preciso que las Iglesias locales hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio, recogiendo para ello la documentación necesaria. Esto ha de tener un sentido y una elocuencia ecuménica.

EI Papa proclama con más fuerza lo declarado por El ya en otras ocasiones, como en la Encíclica "Veritatis Splendor (n.90-94),donde subraya que “los mártires marcan el paso de la vida de la Iglesia”.

El Catecismo de la Iglesia Católica reafirma el martirio como "testimonio supremo dado por la virtud de la fe; el mártir es un testigo hasta con la muerte. Da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad" (n.2473).

El martirio, considerado en su aspecto teológico, no es fruto de una decisión del hombre, sino acción de la gracia, en el sentido de que no depende únicamente de la fuerza humana.

Es mártir el elegido llamado a dar la prueba suprema de su amor a Cristo.

Dios llama a todos al testimonio, pero reserva sólo a algunos para dar testimonio de El públicamente.

Así pues, la gracia no es sólo invitación, sino impregna la acción misma del testimonio.

Todo cristiano escogido para este acto supremo obedece enteramente a la acción del Espíritu Santo, sufre la prueba sin prestar atención a los padecimientos que laceran su cuerpo, pues vive ya en la dimensión divina: "Muchos de los nuestros - afirma Orígenes -, aun sabiendo que confesándose fieles cristianos habrían sido sacrificados...han desestimado la vida y han escogido voluntariamente la muerte por la vida".

jueves, 6 de noviembre de 2014

6 de Noviembre Memoria de los Mártires españoles el siglo XX


Don Julián Escobar, Vicario de la Parroquia de San Fernando de Madrid, ha escrito este comentario asociado a la conmemoración de la Iglesia el 6 de noviembre de los Mártires españoles del siglo XX

“ “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?“Yo no te persigo a tí, Yahvé, persigo a los cristianos estos que quieren hacerme creer que el Amor a Dios y al prójimo es la base del progreso, de la felicidad y la paz de toda la Humanidad”. Y Saulo quedó ciego ante la respuesta del judío Jesús, Resucitado de entre los muertos: “Ellos son Yo. Y Yo soy ellos”...”Y un cristiano, un perseguido tuyo, Ananías, te devolverá la vista y la gracia de ser cristiano, hasta que tu cabeza caiga por la espada”

Muchos cristianos pueden tener el sueño del martirio, pero ¿quién superará la flaqueza del Getsemaní previo? Pero cuando el sueño se convierte a la realidad, la humanidad se rinde a la gracia, el odio al perdón, el miedo a la seguridad eterna, el enemigo al hermano hijo de Dios.

Perpetuar el mensaje de los mártires. No lo buscaron, pero no lo rehusaron. Si hay que ser “trigo molido” por la rabia de corazones y mentes obscurecidas “con temblor y bastante miedo”, los mártires, como Jesús, su Señor en el Huerto de los Olivos, dicen :” “No se haga mi voluntad sino la tuya, Dios Padre Misericordioso”. Y como el mismo Jesús en sus últimos suspiros en la Cruz reclaman que no se les tenga en cuenta ese pecado.

Solo Dios y los mártires pueden legítimamente perdonar a sus propios verdugos. El Papa Francisco ha dicho “¡Quién soy yo para condenar a nadie?” ¿Quién somos nosotros para condenar si Cristo no condena? ¿Quién somos nosotros para perdonar si solo puede hacerlo Cristo?

Justificar los martirios por “circunstancia” es igualar a los mártires con sus verdugos. Solo los mártires, siguiendo el ejemplo de su Señor, Jesucristo, pueden decir “ Por los méritos de mi martirio le pido al Mártir de los Mártires, mi Señor Jesucristo que no te tenga en cuenta tu pecado, el que cometiste por arrancarme la vida que solo es propiedad de Dios”



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viernes, 31 de octubre de 2014

MARTIRES (I) Nuestros mártires


El 6 de noviembre de cada año la Iglesia recuerda a los Mártires del siglo XX en España. Con ese motivo y para honrar la memoria de todos ellos y con sentido didáctico Don Francisco del Campo Real, que fue hasta fecha reciente Delegado Diocesano para la Causa de los Santos en la Diócesis de Ciudad Real,  escribió una serie de artículos que  fueron publicados bajo el título genérico de "MÁRTIRES". Hoy nuestro Blog se ve honrado con tales artículos el primero de los cuales es el que sigue a continuación.


 
     Los mártires forman parte del paisaje cristiano desde el inicio de la Iglesia. Ellos constituyen lo más preciado y fundante de la historia primitiva y de los siglos siguientes hasta nuestros días. Constituyen el ejemplo más representativo de la fidelidad y del testimonio de los creyentes. Nuestros altares se levantan sobre sus reliquias y nuestra apología los presenta con orgullo en sus primera páginas.
      Es verdad que, a menudo, el martirio puede parecer ambiguo por alguna de sus partes. Resulta claro que los mártires mueren por confesar a Cristo o por no renegar de él, pero no siempre  nos son tan evidentes las motivaciones de los verdugos. El odio a Dios, presente en la definición del martirio, admite variantes, aunque no siempre son contrapuestas, ya que la incomprensión del elemento religioso está casi siempre presente.
      Naturalmente, la glorificación posterior del mártir suscita el rechazo de quienes se sitúan al otro lado de la orilla. Ya la muerte de Cristo suscitó la llamada cuestión judía y otro tanto ha sucedido con los muchos mártires que en la historia han sido. Allí donde hay mártires ha habido verdugos y la celebración parece redundar en su desdoro. ¿Ha dejado alguna vez la comunidad creyente de venerar a sus testigos más cualificados por temor a desagradar o dificultar la reconciliación?, ¿No se trata más bien de un problema falso?
      Cuando se habla de persecución religiosa nos referimos a la que sufrió la Iglesia Católica en toda España, y en concreto en la diócesis de Ciudad Real, desde el 18 de julio de 1936 hasta el 31 de marzo de 1939, en el contexto de la guerra civil, en el territorio republicano, llamado también zona roja. Se prescinde, por consiguiente de las acciones represivas de tipo político y social de ambas zonas, porque estas no tuvieron carácter antirreligioso, aunque pusieron en evidencia la violencia de la lucha fratricida.
     Al hablar de víctimas no se alude a los caídos en operaciones militares ni a los asesinados por motivos políticos, sino a los que entregaron sus vidas por amor a Dios y sólo por este motivo.
      Por ello, se hablaba ya entonces de martirio y de mártires. Pero este apelativo sólo puede darse, de momento, a los que han recibido el reconocimiento oficial de la Iglesia. A todos los demás se les aplica de modo impropio. No todos los que entregaron sus vidas durante la persecución religiosa pueden llamarse mártires, ni todos los que han muerto por la fe han recibido el reconocimiento oficial del culto litúrgico, reservado solamente a los que han obtenido la sanción solemne de la Iglesia, tras un complejo proceso en el que se demuestra la existencia de los elementos teológicos esenciales del martirio: que la víctima sea cristiano, que muera "in odium fidei" (odio a la fe), que acepte las torturas y la muerte por amor a Dios y fidelidad a Cristo, virtudes que se manifiestan además en el perdón explícito a los asesinos y en la oración por ellos, a imitación de Cristo en la cruz. Para verificar estos datos, la Iglesia instruye un minucioso análisis con severas normas que permiten recoger testimonios orales y escritos, todos ellos auténticos, hasta apurar la verdad de los hechos.
     Todos los caídos de la guerra y los que sufrieron la represión en ambos bandos por la defensa de unos ideales políticos y sociales merecen el máximo respeto y son recordados como héroes y modelos a imitar por quienes siguen semejantes ideologías, pero no deben ser equiparados a quienes dieron sus vidas por motivos exclusivamente religiosos, es decir, sólo por amor a Dios.

                                                                         ,-o-O-o-.



 

sábado, 25 de octubre de 2014

Diálogo ficticio del Padre Ángel con los jóvenes de Almadén (y IV)

-Os cuento. San Juan Bosco, muy enfermo y en sus últimos meses de vida, tuvo que ir a París a que lo trataran los médicos. Fue a una parroquia del Centro de la Ciudad, y le pidió al párroco alojamiento. El párroco lo mandó a la buhardilla en el sexto piso. Cuando a los pocos meses de morir San Juan Bosco, se inició su proceso de canonización, fueron llamando a todos los que habían tenido algún contacto con él. Cuando fue llamado el párroco sólo se le ocurrió decir: “Si yo hubiese sabido que era santo no le hubiese enviado a la buhardilla al sexto piso”.
Cristo, como los santos, están entre nosotros, pero no llevan una etiqueta que diga: “Yo soy Cristo aunque me veas como un hambriento” Yo soy santo, aunque me veas con algunos defectos”.

-Yo no creo mucho en eso de que Cristo, como santos y mártires, estén entre nosotros.

-Que lo creamos o no depende de nosotros. Dios pone su presencia ante nosotros, unos la reconocen y otros, no. ¿Por qué los Reyes Magos vieron la estrella que les guió hasta Belén, y otros no la vieron?

-Eso es lo que yo me pregunto, Padre Ángel. ¿Por qué?

-Quizás porque sólo ven bien los que viven con la esperanza de ver a Dios, de ser buenos como los santos. San Pablo aconsejaba y nos aconseja que no vivamos como los que no tienen esperanza (1 Tes 4, 13). ¿Qué es una persona sin esperanza? Es un ciego de corazón, es una mente racionalista. Si escucháramos más al cielo guardando silencio quizás algún ángel nos gritaría: ¡Dios te prohíbe perder la esperanza! ¡Dios te prohíbe decir: Ya no puedo más, ya no tengo esperanza!
La Navidad es caminar hacia Belén, es decir, hacia Cristo.
Os propongo que reflexionéis sobre éstas máximas:

                                    Hoy puedo ser mejor que ayer.
Hoy puedo ser más generoso.
Hoy tomaré conciencia de todo cuanto poseo: salud, trabajo, familia, paz, alegría.

Hoy empezaré a olvidar mis errores pasados.
Hoy escucharé con atención a los que me rodean.
Hoy haré feliz a alguien.
Hoy haré todo con alegría.

Hoy no viviré en forma rutinaria.
Hoy pondré entusiasmo y alma en todo lo que haga.
Hoy disfrutaré todo lo bueno que me rodea.
Hoy diré a mi familia que los amo y necesito de ellos.

Hoy corregirás mis fallos.
Hoy no criticaré a nadie.
Hoy aceptaré las cosas y la gente como es.

Hoy no me quejaré de nada.
Hoy empezaré a ser una persona mejor que ayer...

                                                                    .- o-O-o-.

De SHEMÁ  Mártires españoles del siglo XX . Recordando al Padre Ángel.

sábado, 18 de octubre de 2014

Diálogo ficticio del Padre Ángel con los jóvenes de Almadén (III)


El Padre Ángel les hablaba a aquellos jóvenes con amor y pasión de sacerdote bueno.

-Hay que tener cuidado. Muchas veces despreciamos lo bueno porque tiene un precio, y apreciamos lo malo porque no tiene precio. No lo olvidéis, acoger y seguir a Cristo tiene un precio, a veces tan alto como entregar la vida.

¿Y cómo conocer lo que nos pide Cristo?

-Un autor muy controvertido, Nietzsche, dice que “el amor y el odio no son ciegos, sino que están cegados por el fuego que llevamos dentro”. Ese fuego puede ser las pasiones. ¿Quién de vosotros no sabe lo que es amor y lo que es odio? Jesucristo siempre nos pide amor a Él y amor para el prójimo. ¡Esto es lo que nos pide Cristo! Pero, atención, “el verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece” (J. Benavente). ¿Qué nos ha ofrecido Cristo? ¿Qué nos ha dado? Su Encarnación, bajó del cielo, renunció a su categoría de Dios, nació como uno de los más pobres, vivió en pobreza, trabajó como carpintero-albañil, fue perseguido, maltratado hasta el extremo, calumniado y clavado a una cruz. Y todo esto, ¿por qué y para qué? Por nosotros y para darnos la vida eterna.

-Padre Ángel, ¿qué significa lo de “Vino a los suyos y no le recibieron”?

-Los suyos somos todos, pero en aquel tiempo se refería al pueblo de Israel. Llevaban casi dos mil años anhelando que Dios les enviara al Mesías, se lo pedían en sus rezos, y resulta que cuando les nace, unos le ignoran, otros le persiguen y del resto, sólo un grupo muy reducido le acepta. ¿Sabéis lo que significa Belén? Casa de Pan. Jesús será Pan del Cielo, es Pan que nos alimenta, es Eucaristía.

¿Los suyos somos todos? ¡No lo entiendo!

-Todas las personas de todos los tiempos somos de Dios, somos suyos aunque le rechacemos. ¿Quién es Jesús, el Niño que nace en Belén? Es el Hijo de Dios, lo recitamos en el Credo: “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”, así que todos somos “los suyos”. Los que no lo acogieron nos “representaban”. ¿Cuántos le acogen en nuestros tiempos?

-Yo le acogería, si supiera que es Cristo.

-Jaja… ¿Acoges a los pobres? ¿Das de comer a los hambrientos?
¿Qué tiene que ver los pobres, los hambrientos con Jesús?

Si haces memoria, recordarás que Jesús dijo: “Tuve hambre y me diste de comer, estuve desnudo y me vestiste… ¿cuándo te vimos así? Y les respondió: “Lo que hicisteis con esos, a mí me lo hicisteis”.
(Continuará) 
de SHEMÁ Mártires del siglo XX en España 2013. 

sábado, 11 de octubre de 2014

Recordando al Padre Ángel. Diálogo ficticio con los jóvenes de Almadén (II)

Pero ¿qué es lo que predicaba Jeremías que no gustaba?
Ya os he dicho. Josías era un buen rey y piadoso. Todo el pueblo tenía sus esperanzas puestas en él. Muere y le sucede Joaquín que reina desde el 609 hasta el 597 a.d.C. ¿Y qué hace? Introducir costumbres paganas. Así que Jeremías comienza su predicación y hasta sus familiares le abandonan. Fijaos que bajo el rey Sedecías (597-586 a.d.), durante el asedio a Jerusalén, cae bajo la sospecha de traición y es arrestado. Le decían que era un traidor por haberle profetizado al rey Sedecías que caería en manos del rey de Babilonia. “Este hombre
debe morir, porque desalienta con sus palabras a los combatientes” (Jer 38,4). Fue arrojado a una cisterna con fango, pero un extranjero lo salvó.
Vuelve a llamarle el rey Sedecías y le pide un consejo. Jeremías le dice: “Si te contesto, seguro que me matarás, si te doy un consejo, no me harás caso” (Jer 38,15). El rey le perdonó la vida, pero no siguió el consejo.
Cuando Jerusalén cae (586) y los judíos son desterrados a Babilonia, ahora Jeremías intenta consolar y alentar a su pueblo. Ahora les profetiza que el Señor los liberará, que no se dejen abatir. Y esto también les irrita. ¡Quieren hechos, no profecías!

Entonces, ¿el profeta y el mártir, son casi hechos por Dios para sufrir y para morir por Él?

Dice Cristo: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ese se salvará” (Lc 9,24). Dios no quiere la muerte o el sufrimiento de nadie, pero, si se presenta en la vida, sufrimiento o muerte, hay que acogerlos. Cristo abrazó la cruz, no salió corriendo
.
¡Pero el miedo al sufrimiento y a la muerte… ufff!

Miedo, sí; cobardía, no. El cobarde es una persona insípida. Su corazón está entumecido por el egoísmo. Si Judas Iscariote después de vender a Jesús hubiese tenido la valentía de presentarse ante Jesús y pedirle perdón, hoy estaría entre los santos y mártires apóstoles. El cobarde pocas veces dice la verdad y menos tiene la valentía de reconocer sus errores.

Padre Ángel, ¿Hay personas que buscan ser mártires y alcanzar así la Gloria?

Puede haberlas, pero el verdadero mártir no busca el martirio, ni mucho menos busca ser aplaudido o conseguir con su martirio la Gloria. Quien se odie así u odie a los demás, aunque lo martiricen no es mártir. ¿Cómo puede uno ser mártir si muere matando u odiando o pensando que de este modo Dios se verá obligado a concederle la vida eterna? Casi siempre el mártir lo fue sin quererlo. Se acepta porque es la única salida a permanecer fieles al Evangelio.

¿Qué notas serían las de un mártir?

Son sencillas. No buscar el martirio, saber sufrirlo y morir sin rencor, perdonando de corazón
.
Pero se dice que los primeros cristianos iban gozosos al martirio, ¿es verdad?

Sí, claro. Iban gozosos porque así daban testimonio de que con su muerte alcanzaban la Resurrección de Cristo. Todos los mártires encaran con paz y alegría internas el sufrimiento y la muerte de su martirio. Es un grito, aunque sea silencioso, a favor de Cristo.

¿Cómo se ve usted sufriendo martirio?

¡¡¡Ja.. ja!!!, con los pantalones mojados. No me lo puedo imaginar. Mis deseos, si es la voluntad de Dios, es ser un buen cura. No me atrae ser mártir. Mi madre, es viuda, y tengo tres hermanos menores de edad….así que….
Pero si alguna vez tuviese que pasar por el martirio, estoy seguro que Jesucristo estará conmigo, que será mi cirineo. Yo, como vosotros me imagino, quiero ser santo, con ello me conformo.

Padre Ángel, ¿tendría miedo ante la muerte?

¡¡¡Ja..ja!!!… ¡No es mi amiga, así que un poco sí! ¿No lo tenéis vosotros? Pero un día u otro, de una manera o de otra tendremos que pasar el túnel que es ella. Una cosa buena es que no nos pille desprevenidos. Por eso vosotros y yo tenemos que estar preparados “por si llega la ladrona de vidas humanas”. La limpieza de corazón y la paz interior son garantía de que siempre haremos la voluntad de Dios, y que a la muerte le podemos gritar: ¡Me asustas, pero no me acobardas, pues Cristo es mi garantía!....

.-o-O-o-
De ·Shema Especial, Leer y Meditar 3..

sábado, 4 de octubre de 2014

Recordando al Padre Ángel,Diálogo ficticios con los jóvenes de Almadén (I)

El Padre Ángel, sacerdote joven, estaba reunido, en su recién estrenada parroquia de Almadén, con un buen grupo de jóvenes. Les había leído algunos pasajes del profeta y mártir Jeremías, natural de un pueblecito, Anator, cerca de Jerusalén, nacido hacia el año 650 a.d.C. El Señor le exigió no casarse. No le agradaba el mensaje que Dios le mandaba predicar. Eran momentos difíciles para su pueblo, Israel. Jerusalén había sido conquistada y la gran mayoría de los israelitas desterrados a Babilonia.
Un joven le preguntó:
¿Qué es un profeta y qué es un mártir?
Profeta es aquel que anuncia la palabra de Dios, que dice lo que él escucha en el silencio. Y como lo que predica se contrapone a lo que la gente desea escuchar, la mayoría de las veces terminan siendo mártires, asesinados por ser fieles a Dios. Mártir significa testigo.
¿Sienten miedo los profetas y más los mártires, padre Ángel?
El miedo es inherente a la condición humana, todas las personas sentimos miedo. Unos a unas cosas, otros a otras. A Jeremías se le rompía el corazón al tener que predicar en contra de la opinión pública. Fijaos. El rey Josías (640-609 a.d.C.) llenó de esperanzas al pueblo. Este rey había traído paz, pero se enfrentó al faraón Nacao que iba de camino en ayuda de Asiria (609) y fue muerto en Meguido. A uno de los hijos de Josías, Joacar, se lo llevó a Egipto y a otro, Joaquín (2 Rey 23,33-35) lo puso de rey. ¿Qué ocurrió? Pues que el rey Joaquín, tras la victoria de Nabucodonosor sobre el faraón egipcio en Carquesis se alegró. Pero siete años después, muerto el rey Joaquín, Nabucodonosor sitió Jerusalén y la conquistó y destruyó el Templo, lo más sagrado para Israel y los llevó cautivos a Babilonia, como ya sabéis.
Ante la victoria de Nabucodonosor en Carquemis, Jeremías anuncia al rey Joaquín y al pueblo, que se sometan al rey de Babilonia. El rey no acepta el mensaje del profeta Jeremías y además lo persigue.
Ya veis, hay que ser muy valiente para levantarse contra la opinión de los gobernantes y del pueblo que les sigue.
¡Es que es mejor no meterse en jaleos!
Si tú vas con tu madre o novia por la calle y empiezan a meterse con ellas… ¿Seguirías adelante y no te “meterías” en jaleos? Para los profetas, como debe ser para los cristianos, la Palabra de Dios, el Evangelio, debe estar por encima de miedos. Los profetas sienten un impulso al que no pueden resistirse, aunque no les guste lo que deben anunciar, pues correrán el riesgo de sufrir burlas, desprecios e incluso la muerte.
Pero tanto el profeta, como el mártir, se sentirá seguro porque saben que Dios le apoya. ¿No es así?
Sí lo saben, pero la presión de la sociedad y el miedo son tan fuertes que, muchas veces, se sienten solos, abandonados incluso por Dios. Recordar que Cristo en el Huerto de los Olivos sintió miedo y soledad, aunque los venció.

Jeremías fue llamado por Dios a profetizar. A Jeremías no le gustaba, incluso le pone la excusa a Dios de que no sabe hablar. “No digas que eres un niño, porque irás a donde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene” (Jer 1, 4-7).
(Continuará)

De "Shemá Especial Leer y Meditar 3."

sábado, 27 de septiembre de 2014

AL TERMINAR CADA DIA




Al terminar cada día      

Al terminar cada día
quisiera ofrecerte, Señor, las manos vacías
después de haber repartido todo lo que soy y tengo
entre tanta gente con la que me he cruzado.
Quisiera haber dejado mi corazón repartido
entre todos los que sufren:
unos en el cuerpo; otros, pobres, en el alma.
Quisiera haber dejado mi palabra entre los sordos
que apenas si oyen hablar de ti.
Quisiera haber dejado mi mirada entre los ciegos
que no te ven en los pliegues de la vida.
Quisiera haber dejado mi amor a ti
entre los que no sienten amor ni compasión por nadie.
Quisiera haber dejado mis caricias a los duros,
a los que no se enternecen ante nada.
Quisiera haber transferido mi sangre a los heridos,
a los que lloran, a los que están hundidos.
Quisiera haberme quedado sin abrazos
de tantos como hubiera debido repartir.
Quisiera haber dejado hasta el aliento
en todos los que están como vencidos.
Quisiera terminar , Señor, mi día
sin nada que ofrecerte, las manos ya vacías

Así, de esta manera, no tendría Jesús, otro remedio
que llenarlas tú mismo con tu amor
para empezar de nuevo, al otro día,
a darme, a repartirme entre la gente
.lo mismo que hace tú, día tras día.

De "SHEMÁ" recordando al Padre Ángel. Noviembre 2013


lunes, 22 de septiembre de 2014

Recuerdo y Oración


Ninguno de los escritos publicados en este blogg contenidos en la Revista SHEMA de noviembre de 2013 bajo el título "·Esperando al Padre Ángel" fueron escritos por él. La unica intención de la
Revista- y la de este blogg- fue ofrecer unos escritos que pudieran servir de reflexión y si al término de su lectura se recita la oración pro-mártires que se acompaña, mejor que mejor.





domingo, 21 de septiembre de 2014

ORACIÓN en el trance final......


                                                         
Padre:

Me pongo en tus manos.

Haz de mí lo que quieras.

Sea lo que sea,

te doy gracias.

Estoy dispuesto a todo,

con tal de que tu voluntad

se cumpla en mí

y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma,

Te la doy

Con todo el amor de que soy capaz,

porque te amo

y necesito darme,

ponerme en tus manos

sin medida,

con una infinita confianza,

porque Tú eres mi Padre….

               - - - - - - -




viernes, 19 de septiembre de 2014

ORACIÓN de la ESPERANZA

Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en Ti esperan y de que nada puede faltar a quien de Ti aguarda todas las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando en Ti todas mis inquietudes. Ya dormiré en paz y descansaré, porque Tú, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
Los hombres pueden despojarme de los bienes y la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
Que otros esperen su felicidad de sus riquezas o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

A nadie engañó esta confianza, ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrados en su confianza. Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Ti, Dios mío, es de quien lo espero. En Ti esperaré, Señor, y jamás seré confundido.
Bien conozco, y demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.
Así, espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos, y que harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Que me protegerás tanto de los éxitos como de los fracasos, esas dos horribles falacias del mundo...
Espero que me amarás siempre y que yo te amaré sin interrupción; y para llegar de una vez con toda mi esperanza tan lejos como puede llegarse, te espero a Ti mismo, Creador mío, para el tiempo y para la eternidad.
Así sea.

San Claudio de la Colombière

De "SHEMA" especial "Recordando al Padre Ángel" noviembre 2013

martes, 16 de septiembre de 2014

ORACIÓN DE UN ANAWIN

Oración de un Anawin
(de abandono y entrega confiada)
Anawin en lengua aramea significa:
"hombre pobre, cuya única riqueza es tener a Dios. Que cree radicalmente en Él y, teniéndolo en su ser, le basta para sobrevivir".

Con nuestro deseo de que lleguéis a serlo.



Señor: esté mi voluntad firme y recta contigo, y haz de mi lo que te agrade, que no puede ser sino bueno todo lo que Tú hicieres de mí. Si quieres que esté en tinieblas, bendito seas; y si quieres que esté en luz, seas también bendito. Si te dignas consolarme, bendito seas, y si me quieres atribular, también seas bendito para siempre. (Imitación, 3, 17, 2)
Padre: me abandono en tus manos. Haz de mi lo que quieras. Sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con infinita confianza. Porque tú eres mi Padre. Carlos de Foucauld

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De "SHEMA" especial "Recordando al Padre Ángel" noviembre 2013.

DIOS NUNCA CALLA


Dios nunca calla ¡Necios los que lo hayan dicho! Dios nunca calla, su comunicación es continua con el Mundo. ¿No lo veis y escuchéis en el martirio de sus hijos? ¿No lo ves y escucháis en el morir amando a sus asesinos de cientos de miles, mujeres, hombres, ancianos y hasta niños simplemente por ser testigos de Cristo?
Dios nunca calla ¡Aunque callen muchos de sus hijos! Y si todos callasen, “hablarían las piedras” como en la entrada en Jerusalén, dijo el mismo Cristo. ¡Quien silencia a un mártir, está silenciando a Cristo! Cualquier persona que es torturada, asesinada por ser testigo de Cristo, es un regalo valiosísimo que Dios hace a todos los hombres, creyentes y ateos, pues todos son sus hijos.

Dios nunca calla. ¡Escuchad más con el corazón que con los oídos! ¿No llega a vosotros el eco de los mártires que mueren perdonando a sus asesinos? La Iglesia sigue y camina sobre las huellas de Cristo. Y todo mártir es una huella de Cristo, y todo cristiano un actualizador, un altavoz, de los mártires, ejemplos fieles del Gran Mártir que fue y es Cristo.
Dios nunca calla. ¿No escucháis, pueblo de Almadén, a vuestro sacerdote Ángel, que antes, durante y después de su martirio, os ofrece su amor de pastor y su protección de Ángel y custodio? Ángel, mártir por ser Sacerdote y fiel a Cristo, sigue por las calles de Almadén, pueblo que él tanto quería, susurrando en los corazones de sus habitantes, que amen a Dios y a sus prójimos como Cristo a sus discípulos pedía, y sigue pidiendo hoy a los que escuchan el Evangelio y participan en la Eucaristía.
Dios nunca calla. ¡Escuchad, que el Sacerdote Ángel, por boca de otros nos habla! ¡Escuchad y decid con él!
Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy la gracias.
Estoy dispuesto a todo
con tal que tu voluntad se cumpla en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te encomiendo mi alma, te la entrego
con todo el amor de que soy capaz,
porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.

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Este artículo formaba parte del "SHEMA" especial editado en noviembre de 2014 titulado "Recordando al Padre Ángel",