Al
terminar cada día
Al
terminar cada día
quisiera ofrecerte,
Señor, las manos vacías
después de haber
repartido todo lo que soy y tengo
entre tanta gente
con la que me he cruzado.
Quisiera
haber dejado mi corazón repartido
entre todos los que
sufren:
unos en el cuerpo;
otros, pobres, en el alma.
Quisiera
haber dejado mi palabra entre los sordos
que apenas si oyen
hablar de ti.
Quisiera
haber dejado mi mirada entre los ciegos
que no te ven en los
pliegues de la vida.
Quisiera
haber dejado mi amor a ti
entre los que no
sienten amor ni compasión por nadie.
Quisiera
haber dejado mis caricias a los duros,
a los que no se
enternecen ante nada.
Quisiera
haber transferido mi sangre a los heridos,
a los que lloran, a
los que están hundidos.
Quisiera
haberme quedado sin abrazos
de tantos como
hubiera debido repartir.
Quisiera
haber dejado hasta el aliento
en todos los que
están como vencidos.
sin nada que
ofrecerte, las manos ya vacías
Así, de esta
manera, no tendría Jesús, otro remedio
que llenarlas tú
mismo con tu amor
para empezar de
nuevo, al otro día,
a darme, a
repartirme entre la gente
….lo mismo que
hace tú, día tras día.
De "SHEMÁ" recordando al Padre Ángel. Noviembre 2013
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