Dios
mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en Ti
esperan y de que nada puede faltar a quien de Ti aguarda todas las
cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno,
descargando en Ti todas mis inquietudes. Ya dormiré en paz y
descansaré, porque Tú, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
Los
hombres pueden despojarme de los bienes y la reputación; las
enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo
mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi
esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y
serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno
para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
Que
otros esperen su felicidad de sus riquezas o de sus talentos; que se
apoyen sobre la inocencia de su vida o sobre el rigor de su
penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor
de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi
confianza misma. Porque Tú, Señor, sólo Tú, has asegurado mi
esperanza.
A
nadie engañó esta confianza, ninguno de los que han esperado en el
Señor ha quedado frustrados en su confianza. Por tanto, estoy seguro
de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y
porque de Ti, Dios mío, es de quien lo espero. En Ti esperaré,
Señor, y jamás seré confundido.
Bien
conozco, y demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé
cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto
caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de
esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza me
conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de
esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.
Así,
espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas
pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos, y
que harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos.
Que me protegerás tanto de los éxitos como de los fracasos, esas
dos horribles falacias del mundo...
Espero
que me amarás siempre y que yo te amaré sin interrupción; y para
llegar de una vez con toda mi esperanza tan lejos como puede
llegarse, te espero a Ti mismo, Creador mío, para el tiempo y para
la eternidad.
Así
sea.
San
Claudio de la Colombière
De "SHEMA" especial "Recordando al Padre Ángel" noviembre 2013
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