Durante el Pontificado del Papa Benedicto XIV, se elaboraron
un conjunto de principios que venían a precisar los que la Iglesia ha venido utilizando para la
comprobación canónica del martirio y ha fundamentado en ellos su
praxis y decisiones.
En el ámbito de la
elaboración teológica se evidencian dos elementos: el objetivo
y el subjetivo.
El elemento objetivo
comporta:
1.- que a la amenaza y acciones que pueden causar la muerte
siga efectivamente la muerte; y además
2.- que inflijan la muerte una o
más personas físicas que se proponen causar la muerte misma.
Constituyen el elemento
subjetivo también dos circunstancias;
1.- que el perseguido acoja y sufra el
suplicio mortal por amor a la fe con voluntad libre y manifiesta, no
solo sin oponer resistencia, sino escogiendo las consecuencias
incluso cruentas con suficiente libertad, y consciente de lo que
afronta.
2.- que el perseguidor este motivado por razones
anticristianas: aversión a Cristo o a la fe, o también a una de las
virtudes cristianas.
Los sufrimientos letales
y la muerte misma asumen el significado del elemento materia.
Y constituye el elemento formal la acción violenta del perseguidor y la muerte también
violenta del perseguido. Así pues, la intención anticristiana del
perseguidor se cruza con la consciente fidelidad del perseguido a
Cristo y su disponibilidad a todas sus consecuencias que se
puedan derivar, hasta la del sacrificio supremo.
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