viernes, 31 de octubre de 2014

MARTIRES (I) Nuestros mártires


El 6 de noviembre de cada año la Iglesia recuerda a los Mártires del siglo XX en España. Con ese motivo y para honrar la memoria de todos ellos y con sentido didáctico Don Francisco del Campo Real, que fue hasta fecha reciente Delegado Diocesano para la Causa de los Santos en la Diócesis de Ciudad Real,  escribió una serie de artículos que  fueron publicados bajo el título genérico de "MÁRTIRES". Hoy nuestro Blog se ve honrado con tales artículos el primero de los cuales es el que sigue a continuación.


 
     Los mártires forman parte del paisaje cristiano desde el inicio de la Iglesia. Ellos constituyen lo más preciado y fundante de la historia primitiva y de los siglos siguientes hasta nuestros días. Constituyen el ejemplo más representativo de la fidelidad y del testimonio de los creyentes. Nuestros altares se levantan sobre sus reliquias y nuestra apología los presenta con orgullo en sus primera páginas.
      Es verdad que, a menudo, el martirio puede parecer ambiguo por alguna de sus partes. Resulta claro que los mártires mueren por confesar a Cristo o por no renegar de él, pero no siempre  nos son tan evidentes las motivaciones de los verdugos. El odio a Dios, presente en la definición del martirio, admite variantes, aunque no siempre son contrapuestas, ya que la incomprensión del elemento religioso está casi siempre presente.
      Naturalmente, la glorificación posterior del mártir suscita el rechazo de quienes se sitúan al otro lado de la orilla. Ya la muerte de Cristo suscitó la llamada cuestión judía y otro tanto ha sucedido con los muchos mártires que en la historia han sido. Allí donde hay mártires ha habido verdugos y la celebración parece redundar en su desdoro. ¿Ha dejado alguna vez la comunidad creyente de venerar a sus testigos más cualificados por temor a desagradar o dificultar la reconciliación?, ¿No se trata más bien de un problema falso?
      Cuando se habla de persecución religiosa nos referimos a la que sufrió la Iglesia Católica en toda España, y en concreto en la diócesis de Ciudad Real, desde el 18 de julio de 1936 hasta el 31 de marzo de 1939, en el contexto de la guerra civil, en el territorio republicano, llamado también zona roja. Se prescinde, por consiguiente de las acciones represivas de tipo político y social de ambas zonas, porque estas no tuvieron carácter antirreligioso, aunque pusieron en evidencia la violencia de la lucha fratricida.
     Al hablar de víctimas no se alude a los caídos en operaciones militares ni a los asesinados por motivos políticos, sino a los que entregaron sus vidas por amor a Dios y sólo por este motivo.
      Por ello, se hablaba ya entonces de martirio y de mártires. Pero este apelativo sólo puede darse, de momento, a los que han recibido el reconocimiento oficial de la Iglesia. A todos los demás se les aplica de modo impropio. No todos los que entregaron sus vidas durante la persecución religiosa pueden llamarse mártires, ni todos los que han muerto por la fe han recibido el reconocimiento oficial del culto litúrgico, reservado solamente a los que han obtenido la sanción solemne de la Iglesia, tras un complejo proceso en el que se demuestra la existencia de los elementos teológicos esenciales del martirio: que la víctima sea cristiano, que muera "in odium fidei" (odio a la fe), que acepte las torturas y la muerte por amor a Dios y fidelidad a Cristo, virtudes que se manifiestan además en el perdón explícito a los asesinos y en la oración por ellos, a imitación de Cristo en la cruz. Para verificar estos datos, la Iglesia instruye un minucioso análisis con severas normas que permiten recoger testimonios orales y escritos, todos ellos auténticos, hasta apurar la verdad de los hechos.
     Todos los caídos de la guerra y los que sufrieron la represión en ambos bandos por la defensa de unos ideales políticos y sociales merecen el máximo respeto y son recordados como héroes y modelos a imitar por quienes siguen semejantes ideologías, pero no deben ser equiparados a quienes dieron sus vidas por motivos exclusivamente religiosos, es decir, sólo por amor a Dios.

                                                                         ,-o-O-o-.



 

sábado, 25 de octubre de 2014

Diálogo ficticio del Padre Ángel con los jóvenes de Almadén (y IV)

-Os cuento. San Juan Bosco, muy enfermo y en sus últimos meses de vida, tuvo que ir a París a que lo trataran los médicos. Fue a una parroquia del Centro de la Ciudad, y le pidió al párroco alojamiento. El párroco lo mandó a la buhardilla en el sexto piso. Cuando a los pocos meses de morir San Juan Bosco, se inició su proceso de canonización, fueron llamando a todos los que habían tenido algún contacto con él. Cuando fue llamado el párroco sólo se le ocurrió decir: “Si yo hubiese sabido que era santo no le hubiese enviado a la buhardilla al sexto piso”.
Cristo, como los santos, están entre nosotros, pero no llevan una etiqueta que diga: “Yo soy Cristo aunque me veas como un hambriento” Yo soy santo, aunque me veas con algunos defectos”.

-Yo no creo mucho en eso de que Cristo, como santos y mártires, estén entre nosotros.

-Que lo creamos o no depende de nosotros. Dios pone su presencia ante nosotros, unos la reconocen y otros, no. ¿Por qué los Reyes Magos vieron la estrella que les guió hasta Belén, y otros no la vieron?

-Eso es lo que yo me pregunto, Padre Ángel. ¿Por qué?

-Quizás porque sólo ven bien los que viven con la esperanza de ver a Dios, de ser buenos como los santos. San Pablo aconsejaba y nos aconseja que no vivamos como los que no tienen esperanza (1 Tes 4, 13). ¿Qué es una persona sin esperanza? Es un ciego de corazón, es una mente racionalista. Si escucháramos más al cielo guardando silencio quizás algún ángel nos gritaría: ¡Dios te prohíbe perder la esperanza! ¡Dios te prohíbe decir: Ya no puedo más, ya no tengo esperanza!
La Navidad es caminar hacia Belén, es decir, hacia Cristo.
Os propongo que reflexionéis sobre éstas máximas:

                                    Hoy puedo ser mejor que ayer.
Hoy puedo ser más generoso.
Hoy tomaré conciencia de todo cuanto poseo: salud, trabajo, familia, paz, alegría.

Hoy empezaré a olvidar mis errores pasados.
Hoy escucharé con atención a los que me rodean.
Hoy haré feliz a alguien.
Hoy haré todo con alegría.

Hoy no viviré en forma rutinaria.
Hoy pondré entusiasmo y alma en todo lo que haga.
Hoy disfrutaré todo lo bueno que me rodea.
Hoy diré a mi familia que los amo y necesito de ellos.

Hoy corregirás mis fallos.
Hoy no criticaré a nadie.
Hoy aceptaré las cosas y la gente como es.

Hoy no me quejaré de nada.
Hoy empezaré a ser una persona mejor que ayer...

                                                                    .- o-O-o-.

De SHEMÁ  Mártires españoles del siglo XX . Recordando al Padre Ángel.

sábado, 18 de octubre de 2014

Diálogo ficticio del Padre Ángel con los jóvenes de Almadén (III)


El Padre Ángel les hablaba a aquellos jóvenes con amor y pasión de sacerdote bueno.

-Hay que tener cuidado. Muchas veces despreciamos lo bueno porque tiene un precio, y apreciamos lo malo porque no tiene precio. No lo olvidéis, acoger y seguir a Cristo tiene un precio, a veces tan alto como entregar la vida.

¿Y cómo conocer lo que nos pide Cristo?

-Un autor muy controvertido, Nietzsche, dice que “el amor y el odio no son ciegos, sino que están cegados por el fuego que llevamos dentro”. Ese fuego puede ser las pasiones. ¿Quién de vosotros no sabe lo que es amor y lo que es odio? Jesucristo siempre nos pide amor a Él y amor para el prójimo. ¡Esto es lo que nos pide Cristo! Pero, atención, “el verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece” (J. Benavente). ¿Qué nos ha ofrecido Cristo? ¿Qué nos ha dado? Su Encarnación, bajó del cielo, renunció a su categoría de Dios, nació como uno de los más pobres, vivió en pobreza, trabajó como carpintero-albañil, fue perseguido, maltratado hasta el extremo, calumniado y clavado a una cruz. Y todo esto, ¿por qué y para qué? Por nosotros y para darnos la vida eterna.

-Padre Ángel, ¿qué significa lo de “Vino a los suyos y no le recibieron”?

-Los suyos somos todos, pero en aquel tiempo se refería al pueblo de Israel. Llevaban casi dos mil años anhelando que Dios les enviara al Mesías, se lo pedían en sus rezos, y resulta que cuando les nace, unos le ignoran, otros le persiguen y del resto, sólo un grupo muy reducido le acepta. ¿Sabéis lo que significa Belén? Casa de Pan. Jesús será Pan del Cielo, es Pan que nos alimenta, es Eucaristía.

¿Los suyos somos todos? ¡No lo entiendo!

-Todas las personas de todos los tiempos somos de Dios, somos suyos aunque le rechacemos. ¿Quién es Jesús, el Niño que nace en Belén? Es el Hijo de Dios, lo recitamos en el Credo: “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”, así que todos somos “los suyos”. Los que no lo acogieron nos “representaban”. ¿Cuántos le acogen en nuestros tiempos?

-Yo le acogería, si supiera que es Cristo.

-Jaja… ¿Acoges a los pobres? ¿Das de comer a los hambrientos?
¿Qué tiene que ver los pobres, los hambrientos con Jesús?

Si haces memoria, recordarás que Jesús dijo: “Tuve hambre y me diste de comer, estuve desnudo y me vestiste… ¿cuándo te vimos así? Y les respondió: “Lo que hicisteis con esos, a mí me lo hicisteis”.
(Continuará) 
de SHEMÁ Mártires del siglo XX en España 2013. 

sábado, 11 de octubre de 2014

Recordando al Padre Ángel. Diálogo ficticio con los jóvenes de Almadén (II)

Pero ¿qué es lo que predicaba Jeremías que no gustaba?
Ya os he dicho. Josías era un buen rey y piadoso. Todo el pueblo tenía sus esperanzas puestas en él. Muere y le sucede Joaquín que reina desde el 609 hasta el 597 a.d.C. ¿Y qué hace? Introducir costumbres paganas. Así que Jeremías comienza su predicación y hasta sus familiares le abandonan. Fijaos que bajo el rey Sedecías (597-586 a.d.), durante el asedio a Jerusalén, cae bajo la sospecha de traición y es arrestado. Le decían que era un traidor por haberle profetizado al rey Sedecías que caería en manos del rey de Babilonia. “Este hombre
debe morir, porque desalienta con sus palabras a los combatientes” (Jer 38,4). Fue arrojado a una cisterna con fango, pero un extranjero lo salvó.
Vuelve a llamarle el rey Sedecías y le pide un consejo. Jeremías le dice: “Si te contesto, seguro que me matarás, si te doy un consejo, no me harás caso” (Jer 38,15). El rey le perdonó la vida, pero no siguió el consejo.
Cuando Jerusalén cae (586) y los judíos son desterrados a Babilonia, ahora Jeremías intenta consolar y alentar a su pueblo. Ahora les profetiza que el Señor los liberará, que no se dejen abatir. Y esto también les irrita. ¡Quieren hechos, no profecías!

Entonces, ¿el profeta y el mártir, son casi hechos por Dios para sufrir y para morir por Él?

Dice Cristo: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ese se salvará” (Lc 9,24). Dios no quiere la muerte o el sufrimiento de nadie, pero, si se presenta en la vida, sufrimiento o muerte, hay que acogerlos. Cristo abrazó la cruz, no salió corriendo
.
¡Pero el miedo al sufrimiento y a la muerte… ufff!

Miedo, sí; cobardía, no. El cobarde es una persona insípida. Su corazón está entumecido por el egoísmo. Si Judas Iscariote después de vender a Jesús hubiese tenido la valentía de presentarse ante Jesús y pedirle perdón, hoy estaría entre los santos y mártires apóstoles. El cobarde pocas veces dice la verdad y menos tiene la valentía de reconocer sus errores.

Padre Ángel, ¿Hay personas que buscan ser mártires y alcanzar así la Gloria?

Puede haberlas, pero el verdadero mártir no busca el martirio, ni mucho menos busca ser aplaudido o conseguir con su martirio la Gloria. Quien se odie así u odie a los demás, aunque lo martiricen no es mártir. ¿Cómo puede uno ser mártir si muere matando u odiando o pensando que de este modo Dios se verá obligado a concederle la vida eterna? Casi siempre el mártir lo fue sin quererlo. Se acepta porque es la única salida a permanecer fieles al Evangelio.

¿Qué notas serían las de un mártir?

Son sencillas. No buscar el martirio, saber sufrirlo y morir sin rencor, perdonando de corazón
.
Pero se dice que los primeros cristianos iban gozosos al martirio, ¿es verdad?

Sí, claro. Iban gozosos porque así daban testimonio de que con su muerte alcanzaban la Resurrección de Cristo. Todos los mártires encaran con paz y alegría internas el sufrimiento y la muerte de su martirio. Es un grito, aunque sea silencioso, a favor de Cristo.

¿Cómo se ve usted sufriendo martirio?

¡¡¡Ja.. ja!!!, con los pantalones mojados. No me lo puedo imaginar. Mis deseos, si es la voluntad de Dios, es ser un buen cura. No me atrae ser mártir. Mi madre, es viuda, y tengo tres hermanos menores de edad….así que….
Pero si alguna vez tuviese que pasar por el martirio, estoy seguro que Jesucristo estará conmigo, que será mi cirineo. Yo, como vosotros me imagino, quiero ser santo, con ello me conformo.

Padre Ángel, ¿tendría miedo ante la muerte?

¡¡¡Ja..ja!!!… ¡No es mi amiga, así que un poco sí! ¿No lo tenéis vosotros? Pero un día u otro, de una manera o de otra tendremos que pasar el túnel que es ella. Una cosa buena es que no nos pille desprevenidos. Por eso vosotros y yo tenemos que estar preparados “por si llega la ladrona de vidas humanas”. La limpieza de corazón y la paz interior son garantía de que siempre haremos la voluntad de Dios, y que a la muerte le podemos gritar: ¡Me asustas, pero no me acobardas, pues Cristo es mi garantía!....

.-o-O-o-
De ·Shema Especial, Leer y Meditar 3..

sábado, 4 de octubre de 2014

Recordando al Padre Ángel,Diálogo ficticios con los jóvenes de Almadén (I)

El Padre Ángel, sacerdote joven, estaba reunido, en su recién estrenada parroquia de Almadén, con un buen grupo de jóvenes. Les había leído algunos pasajes del profeta y mártir Jeremías, natural de un pueblecito, Anator, cerca de Jerusalén, nacido hacia el año 650 a.d.C. El Señor le exigió no casarse. No le agradaba el mensaje que Dios le mandaba predicar. Eran momentos difíciles para su pueblo, Israel. Jerusalén había sido conquistada y la gran mayoría de los israelitas desterrados a Babilonia.
Un joven le preguntó:
¿Qué es un profeta y qué es un mártir?
Profeta es aquel que anuncia la palabra de Dios, que dice lo que él escucha en el silencio. Y como lo que predica se contrapone a lo que la gente desea escuchar, la mayoría de las veces terminan siendo mártires, asesinados por ser fieles a Dios. Mártir significa testigo.
¿Sienten miedo los profetas y más los mártires, padre Ángel?
El miedo es inherente a la condición humana, todas las personas sentimos miedo. Unos a unas cosas, otros a otras. A Jeremías se le rompía el corazón al tener que predicar en contra de la opinión pública. Fijaos. El rey Josías (640-609 a.d.C.) llenó de esperanzas al pueblo. Este rey había traído paz, pero se enfrentó al faraón Nacao que iba de camino en ayuda de Asiria (609) y fue muerto en Meguido. A uno de los hijos de Josías, Joacar, se lo llevó a Egipto y a otro, Joaquín (2 Rey 23,33-35) lo puso de rey. ¿Qué ocurrió? Pues que el rey Joaquín, tras la victoria de Nabucodonosor sobre el faraón egipcio en Carquesis se alegró. Pero siete años después, muerto el rey Joaquín, Nabucodonosor sitió Jerusalén y la conquistó y destruyó el Templo, lo más sagrado para Israel y los llevó cautivos a Babilonia, como ya sabéis.
Ante la victoria de Nabucodonosor en Carquemis, Jeremías anuncia al rey Joaquín y al pueblo, que se sometan al rey de Babilonia. El rey no acepta el mensaje del profeta Jeremías y además lo persigue.
Ya veis, hay que ser muy valiente para levantarse contra la opinión de los gobernantes y del pueblo que les sigue.
¡Es que es mejor no meterse en jaleos!
Si tú vas con tu madre o novia por la calle y empiezan a meterse con ellas… ¿Seguirías adelante y no te “meterías” en jaleos? Para los profetas, como debe ser para los cristianos, la Palabra de Dios, el Evangelio, debe estar por encima de miedos. Los profetas sienten un impulso al que no pueden resistirse, aunque no les guste lo que deben anunciar, pues correrán el riesgo de sufrir burlas, desprecios e incluso la muerte.
Pero tanto el profeta, como el mártir, se sentirá seguro porque saben que Dios le apoya. ¿No es así?
Sí lo saben, pero la presión de la sociedad y el miedo son tan fuertes que, muchas veces, se sienten solos, abandonados incluso por Dios. Recordar que Cristo en el Huerto de los Olivos sintió miedo y soledad, aunque los venció.

Jeremías fue llamado por Dios a profetizar. A Jeremías no le gustaba, incluso le pone la excusa a Dios de que no sabe hablar. “No digas que eres un niño, porque irás a donde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene” (Jer 1, 4-7).
(Continuará)

De "Shemá Especial Leer y Meditar 3."