La sociedad civil ha pasado la página de un año. Para casi todos los españoles un año con recuerdos poco gratos, y hemos descubierto la página del que vamos a denominar 2012. Y siempre que nos encontramos en ese trance lo hacemos con la esperanza, casi con la seguridad, de que el Nuevo Año nos va a deparar cosas buenas pese a que en el momento que vivimos predomina la preocupación por todo lo que pueda atañer al bienestar material, a los ajustes y recortes de las prestaciones llamada sociales, al desequilibrio de las cuentas del estado, cuentas lejanas y remotísimas en las que tenemos poco arte o parte, pero a cuyo equilibrio nos tememos que vamos a ser convocados. Hay otro deficit tan importante o más que el económico: y son los valores morales que definían a la Sociedad española y la daban la fortaleza moral necesaria para su desarrollo y que tenían su origen en la familia. De ese deficit, a pesar de reconocerse su existencia y de saberse que va en aumento parece que no existe preocupación.
Casi simultáneamente al cambio de año, la Iglesia celebra dos festividades que aun cuando aparentemente son diferentes en si mismas van íntimamente unidas. El viernes 30, día de la Sagrada Familia y el primer día del año nuevo, Santa María Madre de Dios. Aparecen ambas celebraciones en un momento en el que más necesario se hace la reflexión sobre su significado. La institución familiar se encuentra amenazada y es evidente que sin la familia no hay sociedad posible, y que todos los valores morales que informan a la Sociedad nacen y se desarrollan gracias a la familia. Y claro, María la Madre de Dios aparece tutelando a la Sagrada Familia y si somos conscientes de la erosión de los valores en la familia española ha de ser María la Auxiliadora de la familia cristiana para que por la familia se reconquisten de nuevo los valores morales de nuestra sociedad.
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