Los domingos, en la hora del Ángelus, el Papa suele pronunciar unas breves palabras en la que expresa su saludo y bienvenida a quienes esperan verle y oírle en la Plaza de san Pedro. Casi siempre se inspiran en las lecturas del día. He aquí, una ligera referencia a lo que dijo Su Santidad, el domingo 18 de septiembre pasado y cuyo texto íntegro puede leerse en la edición en español de “L’obsservatore romano” del domingo siguiente.
Aludió el Papa a la carta de san Pablo a los Filipeneses. Eran estos los habitantes en la ciudad de Filipos, en la actual Macedonia, a donde había llegado san Pablo desde Anatolia, atravesando el mar Egeo y puede considerarse como la primera ocasión en la que el Evangelio llega a Europa. Es aproximadamente el año 50, veinte más tarde de la muerte y resurrección de Cristo.
Cuando san Pablo escribe esta carta está preso y pendiente de una sentencia que puede ser de vida o de muerte.
Y es con esa incertidumbre cuando escribe a aquella comunidad y expresa en una frase de manera lacónica y terminante su sentimiento:
“ Para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia” (Flp I,21)
Dice el Papa “ Es un nuevo sentido de la vida, de la existencia humana que consiste en la comunión con Cristo vivo, no solo con un personaje histórico…sino con un hombre en quien habita personalmente Dios”
“…y el morir una ganancia…” porque la unión con Cristo va más allá de la muerte, es la comunión plena y eterna…
Los mártires no dudaron en perder la vida, porque sabían que habiendo vivido en Cristo, morir por Él era una ganancia segura.
El saludo del Papa a los fieles de la Plaza de San Pedro de ese domingo 18 de septiembre, me ha descubierto la enorme profundidad y el verdadero sentido de la genial definición de san Pablo. ¡Gracias Santidad!
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