El recuerdo de un mártir, siempre me lleva a los que sufrieron con él, con su martirio y su muerte. Me refiero especialmente a los padres. Para los padres la muerte de un hijo es una tragedia que solo con la resignación y una extraordinaria dosis de esperanza puede paliarse. La muerte de un hijo siempre va, inevitablemente, acompañada de preguntas: ¿por qué? ¿por qué a él?... La muerte violenta, en martirio, de un hijo sacerdote o una hija consagrada es un hecho que solo las almas fuertes pueden superar. En este caso las preguntas tienen otro alcance...
Cuando un muchacho o una muchacha, que empiezan a asomarse a la vida, dice a sus padres que quieren ser sacerdote o ingresar en una Congregación, de entrada dan un duro golpe a las ilusiones de los progenitores. Alguien, dicen, "le han comido el coco". Y tienen razón, ALGUIEN ha esgrimido tales razones y ha expuesto tales esperanzas que han sucumbido...Los padres comprueban que los que quieren irse están alegres y que cualquier expectativa de futuro que se les ofrece no les produce ninguna ilusión ni les hace cambiar su decisión.
Los padres, en cualquier caso agradecen profundamente que ALGUIEN, DIOS, se halla fijado en ellos para pedirles a su hijo o su hija. Y la sorpresa- y el disgusto inicial-, es ahora orgullo y confianza en que todo va a salir bien porque el mismo Dios quiere que así sea. Y no se escatiman sacrificios de todo tipo para que se cumplan las diferentes etapas que conducen a la meta.
Y cuánta alegría y satisfacción cuando llega el momento de la Consagración sacerdotal o cuando los votos se hacen perpetuos. Se renueva la acción de Gracias porque Dios ha escogido a esta familia para que entregase lo mejor de si mismos.
¡ Cómo me acuerdo ahora de tantos padres y madres que recibieron, en aquellos años del siglo XX, la tristísima noticia de que su hijo o su hija, habían muerto víctimas del odio a DIOS, a la Iglesia, del odio a todo lo bueno que representaban, del odio al AMOR que habían prodigado a manos llenas durante su vida consagrada, un AMOR que les llevó a perdonar a quienes así les trataban....
Y en muchos casos, se trataba de vecinos, conocidos, con los que hubo que convivir y a los que, para honrar la memoria de los mártires, hubo que volver a mirar a los ojos, a disimular y finalmente....con el corazón desecho y la mirada empañada en lágrimas hubo, finalmente, que perdonar....porque no sabían lo que hacían.
¡¡ Señor, te pedimos que no te olvides de premiar, usando tu infinita misericordia, a los padres de aquellos mártires, sacerdotes y consagrados, que murieron dando testimonio de su fe y perdonando a quienes así los trataban!!
viernes, 20 de julio de 2012
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