Inicio de la conmemoración de los 75 años de los mártires del siglo XX en España
El 17 de octubre pasado se celebró en la Catedral de Jaca una Eucaristía con la que se iniciaba la celebración del 75 aniversario de los mártires habidos durante la persecución religiosa de los años 1936 a 1939.
En presencia del Obispo de la Diócesis D. Alfonso Milián Sorribas, el Obispo Secretario portavoz de la Conferencia Episcopal y Responsable de la Causa de los Santos D. José Antonio Martínez Camino, pronunció un discurso en el que entre otras cosas dijo que la conmemoración de los 75 años de los mártires del siglo XX que hoy da comienzo diócesis, y que se celebrará también en toda España, es una gran fiesta de la fe, cargada de futuro.
Los cristianos han escrito en el siglo XX una de las páginas más luminosas de la historia bimilenaria de la Iglesia.
Puestos en la disyuntiva de traicionar su fe o de sufrir tormentos y muerte, centenares de miles de católicos y cristianos protestantes dieron a Cristo el testimonio supremo del amor: eligieron dar la vida por Él.
Nunca antes habían sido tantos.
El siglo XX pasará a la historia como el siglo de las Declaraciones de los Derechos Humanos, pero también como el tiempo en el que ideologías ateas y antihumanas, adueñadas de las mentes de las masas, del poder político y de las armas intentaron borrar la religión de la faz de Europa, exterminando a sus representantes y privando a los ciudadanos de la libertad más básica: la de conciencia y de religión.
La tragedia de la España de los años treinta no fue un caso aislado. Forma parte de la gran persecución sufrida por la Iglesia en Europa y en el mundo en el siglo XX.
No podemos olvidar el testimonio de los mártires. La Iglesia siempre ha recordado y dado culto a aquellos hermanos que demostraron su amor a Dios derramando su sangre por Él. Ellos son una demostración viva de la verdad de la fe. Nadie da la vida por una patraña. El testimonio de la sangre de los cristianos perpetúa en cierto modo en cada siglo la victoria de la Cruz del Señor: es la victoria del amor divino. “Nadie tiene amor más grande que el que da la Vida por sus amigos”. Jesucristo nos demostró así su amor por nosotros. Los mártires nos animan a que, igual que ellos, también nosotros le demostremos al Señor nuestro amor del mismo modo.