Memoria agradecida
En el 74 aniversario del martirio del que fuera Obispo prior de nuestra Diócesis, el Beato Narciso Estenaga
Por Francisco del Campo Real. Delegado Diocesano para las Causas de los Santos
Hoy, día 22 de agosto, fiesta de la Octava de nuestra Señora, la Santísima Virgen del Prado, se cumplen los 74 años del martirio de D. Narciso de Estenaga y Echevarría, obispo de Ciudad Real y Prior de las Órdenes Militares y del sacerdote D. Julio Melgar Salgado, su secretario. Con la solemne beatificación de 498 mártires del siglo XX en Roma, el 28 de octubre del año 2007, la Iglesia reconocía el martirio de los siervos de Dios Narciso y diez compañeros de nuestra diócesis: cuatro sacerdotes diocesanos, cinco religiosos del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y un laico, obrero en la Red Nacional de Ferrocarriles.
El beato Narciso y compañeros son de plena actualidad y la memoria histórica vinculada a nuestra tierra es una herencia que no se debe perder y que se ha de transmitir por un perenne deber de gratitud y renovado propósito de imitación. Sí, la memoria histórica es verdaderamente una “marcha más” en la vida, porque sin memoria no hay futuro.
Una vez se decía que la historia es maestra de vida. La actual cultura consumista tiende, en cambio, a aplanar al hombre en el presente, a hacer que pierda el sentido del pasado, de la historia; pero, actuando así, le priva también de la capacidad de comprenderse a sí mismo, de percibir los problemas y de construir el mañana (…);” el cristiano es alguien que tiene buena memoria, que ama la historia y procura conocerla (Benedicto XVI, 4 de julio 2010).
La memoria de nuestros mártires nos facilita redescubrir algunas cosas que valen siempre, que son perennes, por ejemplo nos interrogan acerca de la valentía y de la humildad de nuestra fe; y, por lo mismo, denuncian sin palabras los acomodos y componendas a que podemos someter la altísima relevancia de la fe.
Benedicto XVI dijo el domingo 28 de octubre del año 2007 después de rezar el Ángelus: “Damos gracias a Dios por el gran don de estos testigos heroicos de la fe que, movidos exclusivamente por su amor a Cristo, pagaron con su sangre su fidelidad a Él y a la Iglesia. Con su testimonio iluminan nuestro camino espiritual hacia la santidad, y nos alientan a entregar nuestras vidas como ofrenda de amor a Dios y a los hermanos”.
Y, nuestro obispo D. Antonio Algora, en la Misa de acción de gracias, de ese mismo año, vehementemente nos recordó: “La beatificación de nuestros mártires es una llamada clara y explícita del Señor a la renovación de su Iglesia: Si la beatificación de nuestros mártires no es ocasión para mejorar sensiblemente la vida cristiana, habremos dejado escapar una llamada clara y explícita del señor a la renovación de su Iglesia”.
Necesitamos ejemplos recientes, contemporáneos, actuales de que es posible ser fieles al Señor en medio de las dificultades. Sobre todo, cuando se oyen demasiadas referencias a cualquier adversidad como si fueran poco menos que impedimentos para ser auténticos discípulos de Cristo y verdaderos apóstoles de nuestro tiempo.
Demos gracias a Dios porque nos ha regalado frutos muy selectos que nos hablan de la madurez de nuestra Iglesia diocesana que tiene la mirada puesta en los santos.
En el 74 aniversario del martirio del que fuera Obispo prior de nuestra Diócesis, el Beato Narciso Estenaga
Por Francisco del Campo Real. Delegado Diocesano para las Causas de los Santos
Hoy, día 22 de agosto, fiesta de la Octava de nuestra Señora, la Santísima Virgen del Prado, se cumplen los 74 años del martirio de D. Narciso de Estenaga y Echevarría, obispo de Ciudad Real y Prior de las Órdenes Militares y del sacerdote D. Julio Melgar Salgado, su secretario. Con la solemne beatificación de 498 mártires del siglo XX en Roma, el 28 de octubre del año 2007, la Iglesia reconocía el martirio de los siervos de Dios Narciso y diez compañeros de nuestra diócesis: cuatro sacerdotes diocesanos, cinco religiosos del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y un laico, obrero en la Red Nacional de Ferrocarriles.
El beato Narciso y compañeros son de plena actualidad y la memoria histórica vinculada a nuestra tierra es una herencia que no se debe perder y que se ha de transmitir por un perenne deber de gratitud y renovado propósito de imitación. Sí, la memoria histórica es verdaderamente una “marcha más” en la vida, porque sin memoria no hay futuro.
Una vez se decía que la historia es maestra de vida. La actual cultura consumista tiende, en cambio, a aplanar al hombre en el presente, a hacer que pierda el sentido del pasado, de la historia; pero, actuando así, le priva también de la capacidad de comprenderse a sí mismo, de percibir los problemas y de construir el mañana (…);” el cristiano es alguien que tiene buena memoria, que ama la historia y procura conocerla (Benedicto XVI, 4 de julio 2010).
La memoria de nuestros mártires nos facilita redescubrir algunas cosas que valen siempre, que son perennes, por ejemplo nos interrogan acerca de la valentía y de la humildad de nuestra fe; y, por lo mismo, denuncian sin palabras los acomodos y componendas a que podemos someter la altísima relevancia de la fe.
Benedicto XVI dijo el domingo 28 de octubre del año 2007 después de rezar el Ángelus: “Damos gracias a Dios por el gran don de estos testigos heroicos de la fe que, movidos exclusivamente por su amor a Cristo, pagaron con su sangre su fidelidad a Él y a la Iglesia. Con su testimonio iluminan nuestro camino espiritual hacia la santidad, y nos alientan a entregar nuestras vidas como ofrenda de amor a Dios y a los hermanos”.
Y, nuestro obispo D. Antonio Algora, en la Misa de acción de gracias, de ese mismo año, vehementemente nos recordó: “La beatificación de nuestros mártires es una llamada clara y explícita del Señor a la renovación de su Iglesia: Si la beatificación de nuestros mártires no es ocasión para mejorar sensiblemente la vida cristiana, habremos dejado escapar una llamada clara y explícita del señor a la renovación de su Iglesia”.
Necesitamos ejemplos recientes, contemporáneos, actuales de que es posible ser fieles al Señor en medio de las dificultades. Sobre todo, cuando se oyen demasiadas referencias a cualquier adversidad como si fueran poco menos que impedimentos para ser auténticos discípulos de Cristo y verdaderos apóstoles de nuestro tiempo.
Demos gracias a Dios porque nos ha regalado frutos muy selectos que nos hablan de la madurez de nuestra Iglesia diocesana que tiene la mirada puesta en los santos.